Las innovaciones que reducen los costes están en marcha en el sector de la energía eléctrica y podrían darle el liderazgo sobre los combustibles fósiles en el suministro energético mundial para mediados de siglo, de modo que la electricidad puede convertirse en la energía más barata de aquí a 2050, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Energy.

Los autores apuntan que si se combinan con un precio global del carbono, estos avances pueden catalizar la reducción de emisiones para alcanzar los objetivos climáticos de París, al tiempo que se reduce la necesidad de las controvertidas emisiones negativas.

«Hoy en día, el 80% de toda la demanda de energía para la industria, la movilidad o la calefacción de los edificios se satisface quemando directamente combustibles -en su mayoría fósiles- y sólo el 20% con electricidad. Nuestra investigación concluye que esa relación puede invertirse en gran medida de aquí a 2050, convirtiendo la electricidad, fácil de descarbonizar, en el pilar del suministro energético mundial», afirma Gunnar Luderer, autor del estudio e investigador del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, así como profesor de Análisis de Sistemas Energéticos Globales en la Universidad Técnica de Berlín (Alemania).

«Durante mucho tiempo, los combustibles fósiles eran baratos y accesibles, mientras que la electricidad era la fuente de energía más preciada y cara –recuerda–. La generación de electricidad renovable -especialmente la procedente de la energía solar fotovoltaica- se ha abaratado a una velocidad vertiginosa, un ritmo que la mayoría de los modelos climáticos han subestimado hasta ahora».

Según apunta, «sólo en la última década, los precios de la electricidad solar se redujeron en un 80%, y se esperan nuevas reducciones de costes en el futuro. Este desarrollo tiene el potencial de revolucionar fundamentalmente los sistemas energéticos –asegura–. Nuestras simulaciones informáticas muestran que, junto con la fijación de precios del carbono a nivel mundial, la electricidad verde puede convertirse en la forma de energía más barata en 2050, y suministrar hasta tres cuartas partes de toda la demanda».

Las razones, según explica, residen principalmente en los revolucionarios avances tecnológicos en la generación de energía solar y eólica, pero también en los usos finales de la energía eléctrica. Los costes por kilovatio hora de la energía solar o eólica están disminuyendo considerablemente, mientras que la tecnología de las baterías, por ejemplo en los coches, está mejorando a gran velocidad.

Las bombas de calor consumen menos energía por unidad de calor que cualquier tipo de caldera y son cada vez más competitivas no sólo en los edificios, sino también en las aplicaciones industriales.

«Se pueden electrificar más usos finales de lo que se piensa y, en esos casos, reducir realmente el consumo de energía en comparación con los niveles actuales», explica Silvia Madeddu, coautora y también investigadora del Instituto de Potsdam.

«Por ejemplo, la producción de acero: La electrificación de la fusión del acero reciclado, el llamado acero secundario, reduce la energía total del proceso necesaria y disminuye la intensidad de carbono por tonelada de acero producida –dice Madeddu–. En conjunto, creemos que más de la mitad de la demanda energética de la industria puede electrificarse de aquí a 2050″.

Hay ‘cuellos de botella’ que ralentizan el proceso

Sin embargo, los investigadores señalan que siguen existiendo algunos cuellos de botella para la electrificación. Los más lentos en la carrera hacia la descarbonización son la aviación de larga distancia, el transporte marítimo y las materias primas químicas, es decir, los combustibles fósiles utilizados como materia prima en la producción de productos químicos.

La escala del progreso tecnológico ofrece grandes oportunidades para que los países den el salto y para los inversores. Sin embargo, no todas las tecnologías son un éxito hasta ahora, advierten.

«En este estudio, hemos limitado la dependencia de las tecnologías cuyo objetivo es eliminar el carbono de la atmósfera, simplemente porque han demostrado ser más difíciles de escalar de lo que se había previsto –explica–: La captura y el almacenamiento de carbono no han experimentado el fuerte descenso de costes que, por ejemplo, ha experimentado la energía solar. La biomasa, a su vez, compite crucialmente con la producción de alimentos por el uso de la tierra».

Según destaca, «resulta interesante comprobar que la electrificación acelerada de la demanda de energía puede compensar con creces el déficit de biomasa y CAC, manteniendo el objetivo de 1,5 °C al alcance de la mano y reduciendo en dos tercios las necesidades de tierra para cultivos energéticos».

«La era de la electricidad llegará de cualquier manera –asegura–. Pero sólo una amplia regulación de los combustibles fósiles en todos los sectores y regiones del mundo -y, sobre todo, alguna forma de tarificación del carbono- puede garantizar que se produzca a tiempo para alcanzar los 1,5 grados».

De hecho, las simulaciones muestran que, incluso si no se aplica ninguna política climática, la cuota de electricidad se duplicará a lo largo del siglo. Sin embargo, para cumplir los objetivos del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global por debajo de los dos grados, es crucial una coordinación política decisiva y global: fijar el precio del carbono, eliminar los gravámenes sobre la electricidad, ampliar la infraestructura de la red y rediseñar los mercados eléctricos para recompensar el almacenamiento y la demanda flexible.

En este sentido, el hidrógeno será un eslabón crucial de la cadena, ya que puede convertir de forma flexible la electricidad renovable en combustibles verdes para los sectores que no pueden ser electrificados directamente. «Si estos elementos se unen, las perspectivas de un futuro energético verde basado en las energías renovables parecen realmente electrizantes», comenta Luderer.

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