Euforia desmedida entre los aficionados del Villareal. Acabado el partido, la ciudad se convierte en un festival de bengalas, fuegos artificiales y cánticos a pleno pulmón. Muchos los entonan sin mascarilla. La localidad, de poco más de 50.000 habitantes, se echa a la calle. Celebran por todo lo alto que su equipo es Campeón de la Europa League. Una de la mañana. Hora del toque de queda, pero nadie parece querer marcharse. Una marabunta de gente agita sus bufandas con orgullo, aunque sin distancia. Cientos de personas abarrotan Villarreal y la policía comienza a dispersar a la multitud. Las medidas anti COVID brillan por su ausencia, empañando lo que, sin duda, debía ser una noche histórica.