Opinión

‘Que las paredes no te detengan’

Hace tiempo, mucho tiempo. Hace unos 45 años, me enamoré de un joven abogado, recién llegado a Vigo de Madrid, ducho en batallas judiciales contra la dictadura.

Como la cosa amorosa iba marchando y necesitaba un coche para ir a un juicio en A Cañiza, me atreví a pedir su coche a mi proyecto de novio, un Citroën 2CV metálico, descapotable, todo un lujo para mi vacío bolsillo.

El dueño no puso objeción alguna y allá me fui conduciendo el Citroën tan contenta por aquella carretera de dios, a trompicón rugiente por cada cambio de marcha, lluvia incluida que caía estalactítica por el cierre de la capota de lona.

Al finalizar mi cometido en el pueblo, después del consabido bocata de jamón, me vine para Vigo y me dirigí al garaje para dejar en su sitio el 2CV.

Todo iba bien hasta la maniobra de aparcamiento. En la marcha atrás el bólido se encabritó y fue a chocar contra una ostentosa columna que no había divisado. Bajé descompuesta y más me puse cuando vi el trallazo que le había metido, descuajeringue trasero con desprendimiento de chatarra.

“Desde aquella nota manuscrita, que aún conservo, así fue siempre, porque no hubo pared que él no me hubiera ayudado a saltar”

¡Madre del alma mía! ¡Qué vergüenza! Y, ahora, ¿cómo se lo digo a Ventura? Quise huir como una cobarde pero no quedaba otra, lo llamé, se lo dije y me dije: “De esta me quedo sin novio”.

Horas después, cuando volví del trabajo, bajé a la escena del crimen. Allí estaba el 2CV descompuesto, tal como lo había dejado.

Tan cabizbaja que iba que no sé cómo me di cuenta de que debajo del parabrisas había un trozo de papel manuscrito que decía “Que las paredes no te detengan”. No me lo podía creer. Me emocioné y guardé la nota, que aún conservo. Ahí estaba toda una declaración de principios hacia mí. Y así ha sido siempre, porque no hubo pared que él no me hubiera ayudado a saltar. Salto para aspirar a ser juez “estudia, no te quedes ahí”; salto para hablar en público y preparar una conferencia, “yo te ayudo”; salto, incluso, para aprender a montar a caballo , “sube, que sepa que eres tú la que mandas”; salto para no tener miedo, salto…

Tanto les debió de parecer a nuestros hijos que, de pequeños, me decían: “Mamá, reconócelo, si no fuera por papá, por ti aún estaríamos sentados alrededor de una mesa camilla en un pisito de mierda”. Tener hijos para esto.

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