A pocos metros del embalse de Zamáns se encuentran los molinos del río Vilaza, un oasis de tranquilidad donde es posible olvidarse durante unas horas del estrés que aqueja a la urbe.

El conjunto etnográfico está formado por cinco construcciones, restauradas por la Comunidade de Montes de la parroquia a lo largo de la última década. El proyecto se inició con la rehabilitación del molino Vento, el único que por el momento está totalmente operativo. En su interior, se pueden contemplar todas las partes que conforman una construcción de este tipo, desde la muega o muxega (el cajón de madera donde se vierte el cereal) hasta la moa, la piedra que tritura el grano para convertirlo en harina.

Abierto a visitas escolares, el Vento también es utilizado por algún que otro vecino de la zona para moler el grano. En los últimos cinco años, y a medida que iba consiguiendo fondos, la entidad fue restaurando los otros cuatro: Novo, Quenllo, Seblueido d'Arriba y Seblueido d'Abaixo.

Los cinco molinos, construidos en el siglo XIX, están unidos por un paseo. A medio camino, una gran piedra del Galiñeiro se ha convertido en fuente, y más abajo, el sendero se extiende hasta llegar a los límites del embalse. Aún así, es posible caminar hasta el embalse gracias a un pequeño puente de troncos que se camufla con la rica vegetación que caracteriza la zona.

La comunidad de montes tiene proyectado poner en funcionamiento dos molinos más como mínimo. Además, en el de Seblueido d'Arriba, el más grande, han ideado construir un horno.

En los terrenos adyacentes, adquiridos por la entidad, crecen castaños miconizados y algunos nogales. Además, entre San Cosme y Marcosende se han plantado 700 castaños de producción.